la pela es la pela

Hace unos años un cliente con el que tenía muy buen trato se olvidó de pagarme una factura. Cuando me pagó la posterior, le indiqué que aún quedaba pendiente una. Él se disculpó y me hizo una trasferencia aquel mismo día. Yo le dije que no era necesaria tanta prisa porque eran buenos pagadores y me constaba que había sido un olvido que no se repetiría. Pero él me dijo que «las cuentas claras hacen los buenos amigos». Y no pude estar más de acuerdo.

El tema de la pasta siempre es delicado. Si ya es complicado recordarle a tus amigas que ves cada x meses que aún te deben el dinero de un regalo del verano pasado, pues tanto más complicado es unir dos contabilidades cuando dos personas piensan, viven y trabajan de modos tan diferentes.

Siempre he pensado que lo mío es mío y que lo de mi pareja es suyo. Nunca he pensado que lo suyo formase parte de un todo común. Nunca he contado con el capital de mi pareja para forjar mis planes. Básicamente porque no quiero que nadie disponga de mis ingresos como si fueran suyos.

Me gusta llevar mis cuentas sin rendirle cuentas  a nadie. Ya no tengo que justificar en qué me gasté la paga semanal. Mi dinero es mi libertad, mi independencia, mi seguridad de poder hacer ciertas cosas sin tener que consensuarlo con otra persona.

Mi dinero lo gano en una empresa que hace años querría haber abandonado. Así que aunque mucha gente piense que lo tengo fácil, que tengo suerte con mi curro, que ya les gustaría a ellos… yo sólo digo que me cuesta mucho no mandar todo esto a paseo mientras me preparo para hacer de una vez por todas lo que quiero hacer.
Así que no me pidas que el dinero que gano con el sudor de mi frente, con la frustración de mi vocación y con dosis incalculables de paciencia y resistencia, vaya a parar a un saco que no controlaré al 100%. No podría salir de la cama si no viese cada mes donde queda mi salario.

Vigilo cada céntimo que gasto de mi nómina. Sé dónde va a parar cada Euro que gasto y no quiero perder ese control, porque perdería la razón de seguir yendo día a día a la oficina.

Y si me quiero dar un capricho es cosa mía y de nadie más, tenga o no tenga pareja.

Así que con mi exposo aportábamos a una cuenta común el dinero para los gastos comunes. Los gastos individuales se los organizaba cada uno. Mi fallo fue que yo aportaba lo mismo que él a esa cuenta común aunque él cobrase casi el doble que yo. Mi fallo fue no dejar por escrito el patrimonio que me cedían mis padres al unirme a él, mi fallo fue no pensar que lo mejor para él acabaría siendo lo peor para mi economía. Pero lo hecho, hecho está y no me arrepiento, pero no lo volveré a hacer.

Cada pareja es un mundo y su estado de cuentas es algo que cada cual debe resolver según su criterio. Así que después de haber perdido bastante dinero en mi divorcio por no haber dejado las cosas claras desde un principio, ahora las planteo desde el primer instante que la economía pasa a ser un factor a debate.

Tal vez no es bonito, ni romántico, ni el marco perfecto para un relación conjunta. Pero las bases se sientan al principio porque sino se sienten al final.

¿Que este tipo de pensamientos conlleva que habrá un final? Pues sí. Todo tiene un final, nada es para siempre y los imprevistos suceden. Aunque no nos guste pensar en ello, aunque nos entre mal rollo, aunque pensemos que es llamar al mal tiempo. Más vale preveer todos los escenarios posibles, incluso los más negativos. Siempre puede pasar algo que empañe nuestra felicidad. Pero si además pone en peligro nuestra cuenta corriente estaremos tremendamente jodidos. Sí, jodidos.

Cuando tienes relaciones sexuales y no quieres descendencia, bien que usas un preservativo ¿no? Corta el rollo, el romanticismo y es de todo menos afrodisíaco, pero lo usas, porque piensas más allá de los 5 minutos siguientes. Porque sabes que todo tiene consecuencias. ¿Entonces por qué nos llevamos las manos a la cabeza cuando hablamos de separaciones, enfermedades o muertes? Todo eso es posible, tal vez no nos guste la idea, pero puede llegar a materializarse.

Así que soy de las que firmaría un contrato prematrimonial porque el amor y el dinero son cosas muy diferentes. De hecho, el amor y el matrimonio también son dos cosas muy diferentes, pero ese es otro tema.

Y eso no me hace ser más realista, pesetera o desconfiada. Aclarar estos temas me deja ser más soñadora, desprendida y confiada porque sé, que si al final del camino vuelvo a estar sola en esto, al menos no habré pagado de nuevo la cama.

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